La coexistencia de distintas culturas no
necesariamente implica relaciones interculturales (positivas). Es más, en sociedades
altamente estratificadas, discriminatorias y excluyentes, el multiculturalismo
puede por el contrario generar dispositivos de rechazo y resistencia al
encuentro y comunicación interculturales que implican:
ü El encuentro para el diálogo abierto y reflexivo entre culturas.
ü La capacidad autocrítica de las culturas para reconocer y asumir las relaciones de poder y formas de exclusión y discriminación intraculturales.
ü Una visión histórica y dinámica de las culturas, que se abren a la posibilidad de aprendizaje y cambio para ampliar la inclusión, la equidad y la igualdad de oportunidades entre todos y todas, sin que ello implique la pérdida de identidad cultural.
ü La aceptación de la posibilidad de conflicto, como oportunidad de cambio, re-creación y construcción conjunta.
La traducción de una realidad multicultural en intercultural
pasa porque l@s sujet@s desarrollen una “competencia intercultural”, que Chen y
Starosta definen como “la habilidad para negociar los significados culturales y
de actuar comunicativamente de una forma eficaz de acuerdo a las múltiples identidades
de los participantes”. Escoffier, por
otra parte, establece una “guía” para llevar a cabo el diálogo intercultural:
- Nada es inmutable. Cuando se inicia un diálogo un@ debe estar
potencialmente abierto al cambio.
- No hay posiciones universales.
Todo está sujeto a crítica.
- Hay que aprender a aceptar el conflicto y la posibilidad de que se
hieran los sentimientos.
- Hay cierta perversidad en la historia que nos han enseñado: Las
identidades se han hecho en oposición a las de l@s otr@s.
- Nada está cerrado. Cualquier
cuestión puede siempre reabrirse.
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