El reconocimiento de la pluralidad, de la subjetividad y de la existencia de múltiples, complejas y cambiantes verdades y realidades está en el centro de estos tiempos postmodernos, y se contrapone al paradigma de la modernidad centrado en la razón, la objetividad y la existencia de un “set” de necesidades compartidas entre seres humanos.
L@s ciudadan@s de hoy desafían las certezas, los límites y
las nociones de la temporalidad, así como lo estático y “manejable”: El singular
se vuelve plural, el “es” se vuelve “está”, los opuestos coexisten, las categorías
mutan, los simple y unívoco se vuelve complejo…
Edgar Morin nos recuerda que la complejidad es un tejido de
constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados, que presenta la
paradoja de lo uno y lo múltiple. La complejidad se presenta así con los rasgos
inquietantes de lo enredado, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre...
¿Cómo lidiar con ello desde las políticas públicas? ¿Cómo responder a sujet@s que son much@ y
much@s en un@? - Las políticas públicas
tienen hoy el desafío de responder a necesidades y ante todo concepciones y
aspiraciones de sujet@s quienes:
Þ
Reivindican el derecho a la diversidad, una
diversidad que no tiene límites.
Þ
Quieren autodenominarse, lo que significa la
emergencia permanente e limitada de nuevas categorías.
Þ
Emergen desde identidades “inexistentes” en
contextos “tradicionales”.
Þ
Reconocen y reivindican sus múltiples
identidades y realidades.
Þ
Evidencian y cuestionan los estereotipos, los estigmas…la
“normalidad”.
Þ
Ejercen identidades cambiantes sin necesidad de
conflicto o contradicción.
De que la cosa es complicada, lo es, pero quienes tienen la
desafiante tarea de diseñar e implementar políticas públicas no pueden jugar al
avestruz y pretender que l@s de hoy somos como l@s de ayer, ni que hoy somos
como ayer…